Don Ramón

El gato las mira, las observa.

No sabe con exactitud por qué, pero se siente tan a gusto como si estuviese bajo un arbol en el llano, rodeado de arbustos dorados, de cara a la montaña, observando a su futuro menú defecar sobre una cría recién concebida.

Aunque suene disparatado, observa y reinterpreta sus gestos, sus comunicaciones. Esos cambios de tono entre indeterminados números de alaridos o vociferaciones, el movimiento de las manos, la sobreapertura de ojos que fulminan la careta de este mundo. Contempla pacificamente, imagina ser como ellos, cómo se siente ser aquello que no se és. Siente, cada vez que lo recuerda, que aquellas cosas que lo integraron a algo que se asemeja a una manada, pueden imaginarselo vistiendo una enorme gabardina junto con zapatos de baile, depositando su galera en el posa abrigos del zaguán de una casona por 9 de Julio al 1500. O eso es lo que imagino cuando lo miro parpadear lentamente mientras observa, sin saber con exactitud el porqué.

Esta entrada fue publicada en Literatura. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario